Relativismo y muerte, por Pep Marín

Relativismo y muerte

Para cuando el coro humano que se reúne en grandes salones con grandes mesas redondas, con buena moqueta y buena iluminación y buena madera de caoba y buenos almuerzos y buenas dietas y buenos coches carísimos negros con cristales ahumados antibalas, con chófer y buenos trajes de gala y vestidos de pitiminí y buenos hoteles y recepciones espectaculares, y la Alhambra que se cierra, para ellos y ellas, para que puedan ver bien tranquilos y tranquilas el espectacular espacio arquitectónico creado por seres humanos, sin que la moscarda del populacho les pida un autógrafo o una foto y le echen encima el aliento a ajo o encebollao; para cuando el conjunto humano asqueroso engullidor de futuros, como los mercados fantasmales que compran nuestra felicidad y nuestra salud presente para vendérsela mañana a otros mata esclavos que no pisan ni la calle, porque si la pisan se creen que nos los vamos a comer vivos porque tienen más miedo que dinero, aprovechados y aprovechadas del jet privado que luego se van a cenar al club más selecto del lugar a probar la vanguardia de la vanguardia gastronómica que incluye sesos de mono flameados al jengibre, estomagazos capaces de soportar una indigestión de muertos y más muertos como si fuera una historia de un mundo paralelo o caspa en una tierra yerma; para cuando este grupo humano mediocre indolente usurero indecente, indecente, porque siguen ahí en su puesto aunque no aporten nada, cero, basura, ni una declaración directa, todo banalidades (salvo honrosísimas y muy escasas excepciones), relatividad y rodeos para no crearse enemigos, porque la geopolítica es así de nazi, psicopática, y les da un miedo escénico terrible que se les vea la verdad del alma herida en los labios, porque se van directos a recoger panochas si dicen algo en contra de lo que ya ha espetado el gran jefe geopolítico venido a menos, al que le cambian la sangre cada semana y luego lo meten en una bañera con almíbar chocolateado y semen de lagarto, bueno, quien dice a coger panochas dice un despacho en un buen consejo de administración inflacionista mentiroso de una gran empresa de corruptos inalterables hasta arriba de viagra y farlopa, lima limón que me había ido yo por los cerros de Úbeda.

Para cuando la comunidad internacional, los/as gerifaltes de peluquería exclusiva y el desodorante de 30.000 euros (el flu flu) vayan a hacer o decir algo, aunque sea una declaración conjunta normal y humana: saquen de una puta vez a los rehenes, paren de bombardear Gaza, paren esa brutalidad inhumana, ustedes, Israel, son un estado y se deben a una reglas y normas internacionales, un estado regido por la razón, no por la barbarie terrorista hija de la gran puta, venga de la psicopatía conquistadora de un mundo tan pequeño en el que solo cabe media idea, o del lavado de cerebro de generaciones y generaciones de muertos en vida a los que ya como muertos ni con cuatro litros de adrenalina en vena los recuperas para la paz, pero si a la siguiente generación, y a la siguiente, ahora, ya, no más explosiones. Ayuda humanitaria urgente. Ni una bomba más.

Para cuando vayan a decir algo así, allí, aquí, y más allá, pues estamos rodeados de guerras, habrá muerto hasta el apuntador. ¿Y entonces qué?

Les tendrían que salir las almas de todos los muertos por nada, porque al final todo se resume en nada y polvo y una nueva cena de gala y un tratado firmado en Tallin,  y a seguir para adelante hasta una nueva guerra inventada en cuatro despachos por venganza, por petróleo, porque han bajado mucho las acciones de las empresas que fabrican armas como pipas o porque no me quiten el puesto en el mercado del miércoles geopolítico, que tengo unos melones que me los quitan de las manos; salir las almas errantes como en los bosques gallegos entre la niebla de la noche profunda y darles un buen susto a todos los relativistas, a todos los que pudieron hablar de paz ya de ya y no lo hicieron por seguir un discurso donde se apuestan vidas como granos de arroz, como cruzar un campo de minas de puntillas, dándoles igual la sangre, las lágrimas, el presente y el futuro de cualquier pueblo y de cualquier persona. Y si vienen por hambre, porque les hemos quemado el trigo, cuidado que pueden llevar una granada escondida entre el culo y la patera. Eso dicen algunos y se quedan como si les hubiesen peinado.

Les tendrían que salir las almas de los muertos y pedir explicaciones (por las noches perdidas, por los besos que nunca fueron y por los regalos de la vida que se quedaron sin abrir) a todos aquellos voceros de mierda que lo único que siembran es odio. Y venga fotos a cuál más tenebrosa en reconocidas redes sociales, mercadeando cerebros destruidos de niños sin luz en la mirada. Si no se atreven a pedir la paz a boca llena, a parar todo de una vez, sin relativismo. Y si lo piensan y sienten, la mayoría, no los vomitadores de bilis. ¿Qué hacen ahí?